Deseo referirme a algunas realidades espirituales y tratar en cuanto a lo que tenemos que hacer para obrar nuestra salvación (véase Filipenses 2:12) y ser miembros dignos del reino de Dios en esta vida, a fin de calificarnos para obtener nuestra recompensa eterna en la vida venidera. Deseo hablar respecto a la revelación personal, la forma en la que cada miembro de la Iglesia puede llegar a conocer la divinidad de la obra y la forma en la que puede sentir la voz del Espíritu en su corazón y alma; y, además, cómo puede ver visiones, hablar con los ángeles, ver el rostro del Señor y recibir todo el conocimiento y la sabiduría que han sido derramados sobre los fieles en todas las épocas.
Nosotros, los mormones, tenemos el hábito de decir que creemos en la revelación moderna; anunciamos que los cielos han sido abiertos, que Dios ha hablado en nuestro tiempo, que los ángeles han ministrado entre los hombres, que ha habido visiones y revelaciones y que todos los dones que poseyeron los antiguos se han dado en el presente. Pero, por lo general, al hablar en esta forma pensamos en las experiencias de José Smith, de Brigham Young o de Spencer W. Kimball; pensamos en los apóstoles y profetas; en ellos y en la Iglesia misma que sigue adelante sobre el principio de la revelación.
Y bien, no hay duda alguna respecto a este asunto: La organización a la cual pertenecemos es literalmente el reino del Señor y fue establecida a fin de prepararnos y calificarnos para ir al reino celestial; y esta Iglesia es guiada mediante revelación. En distintas ocasiones en que he estado en reuniones con los apóstoles, el Profeta de Dios en la tierra ha dicho, con humildad y testimonio ferviente, que el velo se le presenta tenue, que el Señor guía y dirige los asuntos de la Iglesia, que ésta es su Iglesia y que El nos está manifestando su voluntad.
Existe la inspiración en los que dirigen la Iglesia; ésta está desempeñando su misión y progresando en la forma en la que el Señor quiere que progrese a fin de que, tan rápidamente como nuestras fuerzas lo permitan, su mensaje vaya a sus otros hijos en el mundo y a fin de que nosotros, como miembros del reino, podamos purificar y perfeccionar nuestra vida y ser dignos de las más ricas bendiciones en esta tierra y en el más allá.
Pero la revelación no es sólo para el Profeta de Dios en la tierra, ni las visiones de la eternidad están reservadas solamente para las Autoridades Generales. La revelación es algo que debe ser recibido por cada individuo. Dios no hace acepción de personas (véase D. y C. 1:35), y cada alma es tan preciosa para El como las almas de aquellos que son llamados a puestos de liderazgo.Descargar mensaje completo
No hay comentarios:
Publicar un comentario