por Mark E. Petersen del Consejo de los Doce
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¡El Gran Dios Blanco de la antigua América vive aún! Hoy sobresale como una realidad inexpugnable en los descubrimientos y documentos de arqueólogos e historiadores. El misterio que por tanto tiempo» cubrió como un velo las enigmáticas tradiciones de Jos naturales, cede ahora el paso a la investigación moderna y a documentos recién descubiertos, pero de fecha antiquísima, los cuales permiten una consideración ampliamente extensa de esta divinidad y sus obras en el hemisferio occidental.
¡Existió tal Dios!
Efectivamente vino al hemisferio americano mucho antes de la época de Colón.
Enseñó su religión verdadera a los antiguos, resucitó a algunos de sus muertos, sanó a muchos de sus enfermos, les enseñó nuevos métodos más productivos de agricultura y estableció un gobierno de igualdad y paz.
Llegó repentinamente en una manera sobrenatural, y en igual forma partió. Para los antiguos era el Creador, venido a la tierra en forma corporal.
¿Quién puede dudar de la evidencia que ahora se ha acumulado tan copiosamente?
Nadie puede negar con éxito que fue una divinidad cristiana. Son muchos los que hoy admiten sin reparo que sus enseñanzas fueron análogas a las de la Biblia; y es un hecho reconocido, basado en las Escrituras y bien documentado por narraciones históricas subsiguientes, que prometió volver en una segunda venida.
La tradición de un Dios Blanco en la América antigua se ha preservado a través de generaciones de indios desde Chile hasta Alaska, y significativamente ha persistido en igual manera entre los polinesios desde Hawai hasta la Nueva Zelanda.
En sus detalles principales, todas estas tradiciones están de acuerdo. Varían en nombre y puntos menores de isla en isla y de país en país, pero el hecho principal permanece el mismo, a saber, hubo un Gran Dios Blanco. Estuvo entre sus antepasados, ejerció su ministerio por un tiempo y entonces partió. Algunos dicen que ascendió al cielo.
Ha llegado a tal grado la veracidad de la información de que ahora disponemos concerniente a este personaje, que Paul Herrmann se sintió constreñido a decir en su libro The Conquest of Man (La conquista del hombre):
"Considerándolo cuidadosamente, esto no lleva a otra conclusión sino que el Dios Blanco Quetzalcóatl fue una persona verdadera; que no fue ni invención de la propaganda española ni una figura legendaria de la imaginación indígena" (pág. 72).
Efectivamente vino al hemisferio americano mucho antes de la época de Colón.
Enseñó su religión verdadera a los antiguos, resucitó a algunos de sus muertos, sanó a muchos de sus enfermos, les enseñó nuevos métodos más productivos de agricultura y estableció un gobierno de igualdad y paz.
Llegó repentinamente en una manera sobrenatural, y en igual forma partió. Para los antiguos era el Creador, venido a la tierra en forma corporal.
¿Quién puede dudar de la evidencia que ahora se ha acumulado tan copiosamente?
Nadie puede negar con éxito que fue una divinidad cristiana. Son muchos los que hoy admiten sin reparo que sus enseñanzas fueron análogas a las de la Biblia; y es un hecho reconocido, basado en las Escrituras y bien documentado por narraciones históricas subsiguientes, que prometió volver en una segunda venida.
La tradición de un Dios Blanco en la América antigua se ha preservado a través de generaciones de indios desde Chile hasta Alaska, y significativamente ha persistido en igual manera entre los polinesios desde Hawai hasta la Nueva Zelanda.
En sus detalles principales, todas estas tradiciones están de acuerdo. Varían en nombre y puntos menores de isla en isla y de país en país, pero el hecho principal permanece el mismo, a saber, hubo un Gran Dios Blanco. Estuvo entre sus antepasados, ejerció su ministerio por un tiempo y entonces partió. Algunos dicen que ascendió al cielo.
Ha llegado a tal grado la veracidad de la información de que ahora disponemos concerniente a este personaje, que Paul Herrmann se sintió constreñido a decir en su libro The Conquest of Man (La conquista del hombre):
"Considerándolo cuidadosamente, esto no lleva a otra conclusión sino que el Dios Blanco Quetzalcóatl fue una persona verdadera; que no fue ni invención de la propaganda española ni una figura legendaria de la imaginación indígena" (pág. 72).
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