martes, 7 de septiembre de 2010

LA ORIENTACIÓN FAMILIAR : UN SERVICIO DIVINO

BUEN INTENTO LOBO, PERO SABEMOS QUE NO ERES NUESTRO MAESTRO ORIENTADOR , TODAVIA NO ES FIN DE MES.


Esta ha sido una sesión de la conferencia caracterizada por la espiritualidad y sé que ustedes y yo hemos sido edificados. Se ha declarado: "Donde está el Presidente hay fortaleza; y el saber que él está con nosotros y que está presidiendo infunde fortaleza en toda la Iglesia"1.

El presidente Hinckley ha tenido un programa exhaustivo el año pasado y ha dado su testimonio a miles de miembros y a otras personas en todas partes del mundo. Para muchos, la experiencia fue única, algo que nunca antes disfrutaron los miembros devotos de lugares lejanos con nombres difíciles de pronunciar; él agradece nuestras oraciones a su favor.

Además de tantas otras responsabilidades, el Presidente de la Iglesia recibe mucha correspondencia todos los días; recuerdo una de esas cartas y la comparto con ustedes.

He cambiado el nombre del jovencito que escribe estas líneas, que dicen así:

"Estimado Presidente:

Hola. Me llamo David Smith y vivo en un lugar donde los estorninos son muy malos; hacen nidos en el bote de mi abuelo y en todo el establo de papá y en todas partes. El abuelo y papá piensan que debo matarlos, pero mamá opina que no. Sé que la ley dice que está bien matarlos, pero no le pido su opinión de cazador, sino de líder de la Iglesia.

Atentamente, David Smith.

"P.D.: Un estornino es un ave negra que come los huevos de otras aves y hace otras cosas malas".

Toda carta que llega se contesta. La respuesta, a ésta en particular, la envió el Secretario de la Primera Presidencia, F. Michael Watson:

Estimado David:

Se me ha solicitado acusar recibo de tu carta del 30 de abril dirigida al Presidente de la Iglesia referida a los problemas que has tenido con los estorninos. La Iglesia no tiene una norma oficial en cuanto al asunto; la Primera Presidencia opina que tus padres deben decidir y brindarte la guía apropiada.

Espero que esta información te sea de ayuda.

Atentamente, F. Michael Watson".

No le es posible al presidente Hinckley contestar personalmente cada carta, ni tampoco puede estar en todas partes; tampoco podemos aquellos que le ayudamos llegar a cada miembro de toda nación; sin embargo, por sabiduría del Señor se nos han dado pautas por las cuales los que poseemos el sacerdocio de Dios podemos servir, enseñar y testificar a las familias de la Iglesia. Sí, hablo de la orientación familiar. Repasemos el consejo del Señor y de Sus Profetas con respecto a esta empresa vital.

El obispo de cada barrio de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días asigna a poseedores del sacerdocio como maestros orientadores con objeto de visitar cada mes las casas de los miembros. Van en pareja; con frecuencia un joven del Sacerdocio Aarónico acompaña a un adulto del Sacerdocio de Melquisedec.

El programa de la orientación familiar es una consecuencia de la revelación moderna y comisiona a los ordenados al sacerdocio a "...enseñar, exponer, exhortar, bautizar y velar por la Iglesia... y visitar la casa de todos los miembros, y exhortarlos a orar vocalmente, así como en secreto, y a cumplir con todos los deberes familiares... velar siempre por los miembros de la iglesia, y estar con ellos y fortalecerlos; y cuidar de que no haya iniquidad en la iglesia, ni aspereza entre uno y otro, ni mentiras, ni difamaciones, ni calumnias"2.

El presidente David O. McKay amonestó: "La orientación familiar es una de nuestras oportunidades más urgentes y compensadoras para criar, inspirar, aconsejar y guiar a los hijos de nuestro Padre... Es un servicio divino, un llamamiento divino. Como maestros orientadores, es nuestro deber llevar el espíritu divino a cada hogar y corazón. El amor por la obra y el mejor esfuerzo por llevarla a cabo le brindarán un gran gozo, paz y satisfacción al maestro noble y dedicado de los hijos de Dios"3.

En el Libro de Mormón leemos que Alma consagraba "a todos los sacerdotes y a todos los maestros de ellos; y nadie era consagrado a menos que fuera hombre justo. Por tanto, velaban por su pueblo, y lo sustentaban con cosas pertenecientes a la rectitud"4.

Al cumplir con nuestras responsabilidades en la orientación familiar, seremos sabios si aprendemos a comprender los desafíos de los miembros de cada familia; además, una visita de orientación familiar tendrá más probabilidad de éxito si se realiza una cita de antemano.

El fallecido John R. Burt, con quien serví muchos años en cargos de barrio y de estaca, me narró una experiencia en la que, siendo un jovencito, acompañó a un sumo sacerdote, que era fiel y no tenía pelos en la lengua, a hacer la orientación familiar sin previo aviso a una familia menos activa. Llegaron en un mal momento; se estaba jugando al póquer en una sala llena de humo y cuando los maestros orientadores contemplaron la habitación, el compañero mayor sumo sacerdote se dirigió al joven hermano Burt y exclamó: "iEsta congregación tiene que arrepentirse! Dirige el himno por favor".

En cambio, el compañero menor dijo: "Creo que mejor nos vamos y regresamos otro día".

Hace algunos años, cuando el Comité Ejecutivo Misional estaba constituido por Spencer W Kimball, Gordon B. Hinckley y Thomas S. Monson, el hermano y la hermana Hinckley auspiciaron una cena para los miembros del comité y sus esposas.

Apenas habíamos terminado una cena deliciosa en la hermosa casa —la que el hermano Hinckley construyó y en la que hizo la mayor parte del trabajo de construcción— cuando súbitamente se escuchó un golpe a la puerta. El presidente Hinckley la abrió y vio a su maestro orientador, quien expresó: "No está mi compañero pero pensé que debía venir a verlos esta noche; no sabía que tenían invitados".

El presidente Hinckley invitó amablemente al maestro orientador a pasar y sentarse y a instruir a los tres Apóstoles y a sus esposas con respecto a nuestros deberes como miembros.

Con un poco de temor, el maestro orientador hizo lo mejor que pudo; el presidente Hinckley le agradeció el haber venido, después de lo cual el maestro orientador, con mucha rapidez, se retiró.

Abraham Lincoln ofreció este sabio consejo, el cual se aplica a los maestros orientadores: "Si deseas que un hombre esté a tu favor, primero convéncelo de que eres su amigo sincero".

El presidente Ezra Taft Benson exhortó: "Más que todo, sean un verdadero amigo de las personas y de las familias que visitan"5.

Tal como el Salvador nos declaró: "...os llamaré amigos, porque sois mis amigos"6.

Un amigo hace más que una visita por compromiso cada mes; un amigo se preocupa más acerca de la gente que de recibir méritos por

haber cumplido con su obligación; un amigo demuestra interés; un amigo ama; un amigo escucha y un amigo hace lo posible por ayudar.

Algunos de los aquí presentes recordarán el relato que el presidente Romney solía contar sobre un supuesto maestro orientador que una vez fue a su casa en una noche fría. Con el sombrero todavía en la mano y meciéndose un tanto nervioso cuando lo invitaron a tomar asiento y dar el mensaje, respondió: "Verá usted, hermano Romney, afuera hace frío y dejé el motor en marcha para que no se detenga; sólo vine para poder decirle al obispo que hice mis visitas".

El hermano Romney, luego de relatar esta experiencia en una reunión de poseedores del sacerdocio, dijo: "¡Podemos hacerlo mejor que eso, hermanos, mucho mejor que eso!".

La orientación familiar contesta muchas oraciones y nos permite ver situaciones con milagros vivientes. Permítanme ilustrarlo utilizando ocasiones en las que he estado íntimamente relacionado en los años pasados, así como en el presente.

El propietario del café Dick, en Saint George, Utah, es un ejemplo. Dick Hammer vino a Utah durante los años de la Gran Depresión con el Cuerpo Civil de Conservación.

Durante ese período, conoció a una joven Santo de los Últimos Días y se casó con ella, y abrió un café que se convirtió en un popular lugar de reuniones. El maestro orientador de la familia Hammer era Willard Milne; yo conocía a Dick Hammer y había impreso sus menús, tan es así que cuando iba a Saint George le preguntaba a mi amigo, el hermano Milne: "¿Cómo está progresando nuestro amigo Dick?". A lo que generalmente contestaba: "Despacio".

Los años pasaron y apenas hace uno o dos años, Willard me dijo: "Hermano Monson, Dick Hammer se convirtió y se va a bautizar. Tiene 90 años y hemos sido amigos durante toda nuestra vida adulta. Su decisión me hace sentir tan bien; he sido su maestro orientador por muchos años, creo que quince años".

El hermano Hammer en verdad se bautizó y un año después entró en el hermoso Templo de Saint George para recibir las bendiciones de la investidura y del sellamiento.

Le pregunté a Willard: "¿Alguna vez se desalentó por haberle enseñado por tanto tiempo?".

El dijo: "No. El esfuerzo valió la pena. Me siento feliz".

Hace algunos años, antes de partir para presidir la Misión Canadá, con sede en Toronto, Ontario, me había hecho amigo de un señor llamado Shelley, quien vivía en el barrio pero que no había abrazado el Evangelio, a pesar de que su esposa e hijos sí lo habían hecho. Mientras servía como presidente de misión, si se me hubiera pedido que nombrara a alguien que tal vez nunca llegaría a ser miembro de la Iglesia, creo que habría pensado en Shelley. Después de que se me llamó al Quórum de los Doce, recibí un llamado de Shelley; él dijo: Obispo, ¿podría sellar a mi esposa, a mis hijos y a mí en el Templo de Salt Lake?".

Vacilante, contesté: "Pero, Shelley, primero tiene que bautizarse para ser miembro de la Iglesia".

Se rió y dijo: "Ya me hice cargo de eso cuando usted estaba en Canadá. Mi maestro orientador era el guarda peatonal escolar y todos los días, al encontrarnos en el cruce peatonal, hablábamos del Evangelio".

Tuve el privilegio de ver este milagro con mis propios ojos y sentir el gozo con el alma y el corazón. Se realizaron los sellamientos y una familia se unió. Shelley murió poco después de eso, pero no sin antes agradecer públicamente a sus maestros orientadores su fiel servicio.

El élder Mark E. Petersen, al hablar de la activación de los miembros, decía con frecuencia: "El problema es que la gente no está convertida a la Iglesia". Nosotros, el sacerdocio de la Iglesia, no podemos permitirnos el abandonar a las familias en sus capullos, aisladas del cuerpo de la Iglesia.

Hace muchos años, Joseph Lyon, de Salt Lake City, me expresó lo que aprendió en una conferencia que dio un ministro de otra religión al dirigirse a una asociación de evaluación crediticia de Salt Lake City. El ministro audazmente proclamó: "El mormonismo es la filosofía más importante del mundo de hoy.

La prueba más grande para la Iglesia será el advenimiento de la televisión y de la radio, las que tienden a mantener a la gente alejada de la Iglesia", y procedió a relatar lo que yo he llamado el relato de la "brasa caliente": describió una calurosa chimenea, en donde los pedazos de leña se habían avivado, que tenía rescoldos todavía brillantes, de

los que emanaba el calor; luego observó que con una manija de bronce podía remover uno de los rescoldos calientes.

El rescoldo lentamente se apagaría y se volvería negro; no brillaría más ni daría más calor; después añadió que si se ponía otra vez el rescoldo negro y frío donde estaban los pedazos encendidos de carbón, el obscuro rescoldo volvería a encenderse, a brillar y a dar calor, y finalizó de esta manera: "La gente es como los carbones de una fogata. Si se ausentan de la calidez y del espíritu de la participación activa en la Iglesia, no contribuirán al todo, sino que en su aislamiento, cambiarán.

Así como con los rescoldos que se apartan del calor de la fogata, cuando ellos se aparten de la intensidad del espíritu que genera el ser miembros activos, perderán esa calidez y ese espíritu". El reverendo concluyó sus comentarios expresando: "La gente es más importante que los rescoldos de una fogata".

A medida que los años vienen y van y los desafíos de la vida se hacen más difíciles, las visitas de los maestros orientadores a los que se han ausentado de la actividad en la Iglesia pueden ser la llave que, con el tiempo, abrirá las puertas de su regreso.

Con esto en mente... ¿podemos acaso, hermanos, llegar hasta aquellos de los que somos responsables y traer' los a la mesa del Señor para deleitarse en Su palabra, así como para gozar de la compañía de Su Espíritu, y así no ser "extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios"?7.

El presidente Ezra Taft Benson dijo que la orientación familiar es el "servicio caritativo del sacerdocio"8. No hace mucho recibí una carta conmovedora de la hermana Mori Farmer, la que habla de dos maestros orientadores y del servicio amoroso que proporcionaron a la familia Farmer durante una época en que la familia estaba experimentando circunstancias económicas desfavorables. Cuando se otorgó el servicio, la familia Farmer había viajado a otra ciudad para ir a una reunión familiar. Primero comparto con ustedes la carta que escribieron los maestros orientadores a la familia Farmer, la que la familia encontró pegada con cinta en la puerta del garaje cuando volvieron a casa, y comienza así:

"Esperamos que hayan tenido una gran reunión de familia. Mientras ustedes estaban ausentes, nosotros, junto con más o menos cincuenta de nuestros amigos, tuvimos una 'gran fiesta en su casa'. Queremos agradecerles, desde lo profundo de nuestro corazón, los años de servicio desinteresado que ustedes dos nos han dado.

Ustedes han sido como Cristo, ejemplos de servicio incansable hacia los demás; nunca podremos pagarles por ello y pensamos que sería bueno decirles gracias. Firmado: Sus maestros orientadores".

Cito ahora de la carta que me envió la hermana Mori Farmer:

"Después de haber leído la carta de nuestros maestros orientadores, entramos en la casa con grandes expectativas. Lo que encontramos nos sorprendió de tal manera que no pudimos decir palabra; me quedé levantada toda la noche llorando debido a la generosidad de la gente de nuestro barrio.

Nuestros maestros orientadores habían decidido que iban a reparar nuestras alfombras mientras estuviéramos ausentes; habían dejado los muebles en el patio de enfrente de casa mientras las alfombras se estiraban y se terminaban de colocar; un hombre del barrio se detuvo y preguntó qué ocurría; luego regresó con pintura que valía cientos de dólares y dijo: 'Podríamos aprovechar para pintar la casa mientras todo está afuera'; otras personas vieron los autos en el frente y se detuvieron a ver qué pasaba y, para cuando la semana finalizó, cincuenta personas habían estado ocupadas reparando, pintando, limpiando y cosiendo.

Nuestros amigos y los miembros del barrio habían reparado nuestras alfombras mal puestas, pintado toda la casa, reparado los hoyos de las paredes, habían aceitado y barnizado los armarios de la cocina, puesto cortinas en las tres ventanas de la cocina y de la sala familiar, habían lavado la ropa, limpiado todas las habitaciones de la casa y las alfombras, arreglado los pestillos rotos y muchas otras cosas más.

Tratando de hacer una lista de las cosas maravillosas que hicieron por nosotros, llenamos tres páginas; todo ello se llevó a cabo entre el miércoles y el domingo, día en que llegamos.

Casi toda persona con la que hablamos nos dijo, con lágrimas en los ojos, qué experiencia espiritual había sido el participar en eso; nos hemos sentido en verdad humildes por la experiencia. Al contemplar nuestra casa, recordamos la gentileza y el gran sacrificio que hicieron al dar de su tiempo, de sus talentos y de su dinero a nuestra familia. Los maestros orientadores han sido verdaderos ángeles en nuestra vida; nunca los olvidaremos, ni nos olvidaremos de lo que hicieron por nosotros".

Otros ejemplos podrían citarse también. Sin embargo, me referiré a un ejemplo para describir qué tipo de maestros orientadores debemos ser.

"Hay un Maestro, cuya vida sobrepasa a todas las demás. El enseñó sobre la vida y la muerte, sobre el deber y el destino; vivió para servir y no para ser servido; no para recibir, sino para dar; no para salvar Su vida, sino para sacrificarla por los demás. Describió un amor más hermoso que la lujuria, una pobreza más rica que el tesoro. Se dijo de este Maestro que El enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. En el mundo de hoy, cuando muchos hombres tienen avaricia de oro y de gloria y los dominan las filosofías de los hombres, recuerden que ese Maestro nunca escribió nada; sólo una vez, escribió sobre la arena y el viento destruyó para siempre Su escrito. Sus leyes no se inscribieron sobre la roca, sino en el corazón de los hombres"9.

Hablo del Maestro de maestros, Jesucristo, el Hijo de Dios, el Salvador y Redentor de la humanidad. El relato bíblico dice de El: "...anduvo haciendo bienes"10. Con El como nuestro Guía y Ejemplo infalible, estaremos capacitados para recibir Su ayuda divina en nuestra orientación familiar. Se bendecirán las vidas; se consolarán los corazones; las almas se salvarán.

En el nombre de Jesucristo. Amén

NOTAS

1. Harold B. Lee, "Meeting the Needs of a Growing Church", Improvement Era,, junio de 1968, pág. 26.

2. Doctrina y Convenios 20:42, 47, 53-54.

3. David O. McKay, prólogo del libro de instrucción de la orientación familiar: A Divine Service, 1963; citado por Ezra Taft Benson en "Para los maestros orientadores de la Iglesia", Liahona, julio de 1987, págs. 48-49.

4.Mosíah23:17,18.

5. Ezra Taft Benson, "Para los maestros orientadores de la Iglesia", Liahona, julio de 1987, pág. 50.

6. Doctrina y Convenios 93:45.

7.Efesios2:19.

8. Ezra Taft Benson, The Teachings of Ezra Taft Benson, 1988, pág. 225.

9. Véase Thomas S. Monson, "Only aTeacher", Improvement Era, junio de 1970,pág. 91.

10. Hechos 10:38.

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