
Las palabras "Oh Dios, Padre Eterno" es la confesión por parte de la congregación de que el Señor está presente o al menos que su Espíritu está en comunicación con el espíritu de cada uno que sinceramente le busca. Charles Lamb dijo una vez: "Si Shakespeare se apareciera en esta pieza todos nos levantaríamos e iríamos a saludarlo; pero si Cristo se apareciera, caeríamos sobre nuestras rodillas." Esta actitud reverente debería mantenerse durante la administración de la Santa Cena. Aunque la congregación no debe arrodillarse, debería mantenerse en orden y reverencia perfectos.
Todos los presentes deberían pensar en las virtudes de la vida de Cristo porque se pide que El "bendiga y santifique" el sacramento para que cada uno participe de él "en memoria" del Hijo de Dios.
Hay pocas cosas en la vida más sagradas que una palabra de honor. La veracidad

Todo aquel que participa del sacramento testifica, es decir, atestigua ante "Dios, el Padre Eterno" de que se aviene a cumplir con ciertas cosas. Ante su presencia solemne evidencia su voluntad de asumir tres obligaciones muy grandes, la primera de las cuales y a la que estamos atados por sagrado honor es:
TOMAR SOBRE SÍ EL NOMBRE DEL HIJO
Ser llamados dignamente por su nombre significa llegar a ser un hijo de Dios ser nombrado miembro de la Hermandad de Cristo. "Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él, porque le veremos como él es. Y cualquiera que tiene esta esperanza en él, se purifica, como él también es limpio." (I Juan 3:2,3)
RECORDARLE SIEMPRE
La promesa es, entonces, de que en todo momento tendrá en su mente un sentimiento de gratitud y de reverencia hacia El, cuya vida fue un compendio de pureza, bondad y amor. Bajo cualquier condición, debe desechar el mal, buscar las virtudes y suplantar el odio por la compasión y la benevolencia.
GUARDAR SUS MANDAMIENTOS
Los mandamientos de Dios son muchos y tocan cada fase del ser humano, Mas Jesús los resumió como siguen "Amarás pues al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente, y de todas tus fuerzas, ..." "Y. . . .amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Marcos 12:30,31)
Esto es lo que cada hombre que participe del sacramento expresa que va a hacer.
¿Quién puede medir las responsabilidades de tal convenio?. Qué lejos está de alcanzarse pero qué comprensivo'. Excluye de la vida del hombre lo profano, lo vulgar, lo ocioso, la enemistad, los celos, la deshonestidad, el odio, el egoísmo y toda forma de vicio. Obliga a ser sobrio, industrioso, bondadoso y a cumplir con cada deber de la Iglesia y del Estado. Obliga a respetar a sus compañeros, a honrar el Sacerdocio, a pagar sus diezmos y ofrendas y a consagrar su vida al servicio de la humanidad.
BENDICIONES QUE RESULTAN DEL CUMPLIMIENTO
La recompensa que resulta del cumplimiento de estas tres obligaciones es la grata y la compañía inspiradora del Santo Espíritu de Dios. Esto significa para el hombre lo que los rayos del sol para el mundo material. Es la luz que guía hacia la vida eterna. La operación de la ley de causa y efecto es tan constante en el dominio espiritual como lo es en el mundo físico y el guardar cada promesa que tiene relación con el sacramento trae las bendiciones resultantes tan seguro como que el sol trae la luz.
El orden y la reverencia atestiguan ante la presencia divina de que queremos entrar en el rebaño de Cristo, tener siempre en mente sus virtudes y su vida, amar al Señor de todo corazón y trabajar aun hasta el sacrificio propio por la fraternidad de la familia humana, porque estas y todas las virtudes están asociadas a la participación de la Santa Cena del Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario