miércoles, 20 de enero de 2010

EL MESIAS OCULTO


El pueblo de Israel, escogido y amado por el Señor para dar a conocer Su evangelio al mundo, había caído en una serie de apostasías mucho tiempo antes del nacimiento del Salvador. Jesucristo mismo vino a “restaurar” las preciosas verdades de Su evangelio en la tierra pero el orgullo de Su pueblo amado no les permitió aceptarlo como El Hijo de Dios y el Salvador del mundo. El profeta Jacob señaló, “Pero he aquí, los Judíos fueron un pueblo de dura cerviz, y despreciaron las palabras de claridad, y mataron a los profetas y procuraron cosas que no podían entender. Por tanto, a causa de su ceguedad, la cual vino por traspasar lo señalado, es menester que caigan.” (Jacob 4:14) Ciertamente, cayeron en la ignorancia y en la ceguera espiritual, volviéndose “ciegos guías de ciegos”.

En su artículo, el hno Neitzel, explora con gran detalle en aproximadamente veinte páginas (en mi traducción), una de las evidencias de dicha caída doctrinal. Y esta tiene que ver con el concepto de “Mesías” y lo que significaba para ellos. Actualmente, una parte importante del pueblo Judío considera a Cristo como un gran profeta iluminado pero niega su condición de Salvador e Hijo de Dios. De hecho, ellos aún están esperando la venida del Mesías prometido en el meridiano de los tiempos.

La clave estaba en lo que los judíos entendían por el término Mesías. El revelador estudio del hno. Neitzel nos muestra que el pueblo elegido de Dios, debido a sus apostasías, llegó a perder casi totalmente la verdad sobre el Mesías prometido. Sabemos que la palabra Mesías significa “el ungido”, y para nosotros claramente identifica a Jesucristo como el Profeta, Rey, Sacerdote y Libertador (o Salvador) ungido por Dios para cumplir la expiación por todo el género humano. Sin embargo, la apostasía de Israel llegó al grado de separar todas estas funciones del Mesías no en una sino en hasta tres personas diferentes. Estamos hablando, en pocas palabras, que los Judíos no esperaban a un Mesías único sino que a tres, cada una con funciones separadas: un mesías sumo sacerdote, un mesías rey y un mesías profeta, principalmente. Y debemos tomar en cuenta el hecho de que todas las distintas facciones del Judaísmo no se ponían de acuerdo en una sola definición doctrinal del Mesías ni de sus funciones.

Aún peor, el concepto de un Mesías “Salvador” desapareció en la oscuridad doctrinal de los judíos, quienes se concentraron mayormente en la expectativa de un Mesías “rey”, un glorioso guerrero que derrotaría a los enemigos de Israel y establecería la paz para siempre, distorsionando así la verdadera doctrina del Mesías que vendrá como Rey y libertador en la Segunda Venida. Y aún mas, separaron la naturaleza divina como Hijo de Dios del mesías salvador. No podían entender que el mesías salvador era también el glorioso unigénito del Padre, El Hijo [literal] de Dios, nacido de un ser glorioso e inmortal y que éste descendiera de los cielos. Para los judíos esto era una blasfemia. Incluso esta verdad era casi desconocida e incomprensible para algunos de los judíos justos de la casa de Israel que no apostataron. Es aquí donde el libro de mormón se abre mostrando una de sus preciadas perlas que testifican una vez más de la veracidad y de la claridad doctrinal de este sagrado registro. Por ejemplo, veamos cómo Abinadí les explica a los inicuos sacerdotes del rey Noé, la “incomprensible” doctrina para ellos de que el Hijo de Dios y el Mesías Salvador son la misma persona (he añadido las funciones del mesías entre corchetes). Abinadí comienza diciendo:

“Pues he aquí, ¿no les profetizó Moisés concerniente a la venida del Mesías [salvador], y que Dios redimiría a su pueblo?...Sí, y aún todos los profetas…desde el principio del mundo, ¿no han hablado…de estas cosas?” (Mosiah 13:33)

Abinadí está “restaurando” la verdad de un Mesías Salvador prometido a la humanidad desde el principio. Pero además, les indica que Él es también es el hijo literal de Dios, y por ende divino. Ello significaría que El hijo de Dios mismo tendría que bajar a esta tierra y nacer de una mujer, algo totalmente incomprensible para ellos. Es interesante notar, por ejemplo, lo que el recién convertido rey Lamoní declara maravillado en otra parte del Libro de Mormón: “Porque ciertamente como tú vives, he aquí he visto a mi Redentor [el mesías salvador]; y vendrá, y nacerá de una mujer [como el Hijo literal de Dios]…” (Alma 19:13).

Abinadí continúa diciéndoles a los sacerdotes del rey Noé:

“¿No ha dicho ellos [los santos profetas] que Dios mismo bajaría entre los hijos de los hombres, y tomaría sobre sí la forma de hombre, e iría con gran poder sobre la faz de la tierra?” (Mosiah 13:34)

Lamentablemente, los sacerdotes del rey Noé rechazaron las verdades reveladas por Abinadí y “todos los profetas…desde el principio del mundo.” De hecho, lo acusaron de blasfemia. El rey Noé le dijo:

“…Abinadí, hemos encontrado una acusación contra ti y mereces la muerte. Porque has dicho que [el Hijo de Dios] mismo bajará entre los hombres [Mesías Salvador e Hijo literal de Dios] ; y ahora, a causa de esto se te quitará la vida.” (Mosíah 17:15)

Incluso, para los judíos fieles al Señor, este conocimiento restaurado les hizo maravillarse. Desde el primer capítulo del Libro de Mormón vemos que a Lehí se le revelan estas sagradas verdades pero “…aconteció que los Judíos se burlaron de él porque…les dio testimonio de que las cosas que había visto y oído, así como las que había leído en el libro, manifestaban claramente la venida de un Mesías [Salvador]…” (1º Nefi 1:19).

Como sabemos, Nefi se sintió inspirado a buscar un testimonio propio de lo revelado a su padre, y al hablarnos de ello deja entrever la claridad de la doctrina “restaurada” del Mesías Salvador y su naturaleza divina: “…y el Hijo de Dios era el Mesías [Salvador] que habría de venir…” (1º Nefi 10:17). Y agrega que sería “…un profeta [mesías profeta],… un Mesías, o en otras palabras, un Salvador del Mundo [mesías Salvador]” (1º Nefi 10:4).

Estos son sólo algunos breves ejemplos de la claridad de la doctrina del Libro de Mormón en cuanto a la naturaleza y funciones del Mesías divinamente prometido, las cuales el hno Neitzel explora con mayor detalle en su artículo The Hidden Messiah” (El Mesías Oculto). Tanto en Jerusalén como en América, los líderes eclesiásticos apóstatas rechazaron la verdad y trataron de matar a los santos profetas de Dios Por ello, el Salvador, condenó a los fariseos, quienes también se arrogaban el título de interpretes de la ley, siendo sus dictados más importantes que las escrituras y que la revelación de los cielos. A ellos el Salvador les amonestó:

“¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley [las escrituras]! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se los impedisteis.” (Lucas 11:52).

No solamente rechazaron la verdad de plano de aquel mismo que era “el camino, la verdad y la vida” sino que desviaron al pueblo de Israel, incluyendo a los que sinceramente buscaban la verdad divina. Cuando Jesús les dice que habían quitado “la llave de la ciencia” –o del conocimiento- según José Smith aclaró, en la versión inspirada, ello se refería nada más ni nada menos que a la plenitud del Evangelio.

Todo lo expuesto anteriormente nos ayuda a explicar en parte el porqué los Judíos quisieron matar a Lehí cuando les enseñaba “claramente” concerniente al Mesías Salvador, el mesías “oculto” que el Libro de Mormón nos revela en toda su exquisita claridad y belleza.

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